Para los pueblos mesoamericanos de las culturas prehispánicas, al igual que para la gran mayoría de las otras culturas de todos los tiempos, los dioses están localizados preferentemente en los cielos y para entrar en comunicación con ellos desarrollaron una astronomía muy semejante, pues toda la astronomía antigua está impregnada de sentido religioso y su función siempre tiene la idea de lograr una comunicación, un contacto directo con los dioses del cielo.
En América, como en el resto de las culturas del antiguo mundo, no se puede desligar la astrología de la religión, de hecho, en primera instancia ésta, la astrología, era la principal motivación para cultivar la indagación del cielo. Este fenómeno cultural es semejante a lo que ocurrió en Persia, en Egipto, en Grecia y después en Roma.
Según el texto del Arqueoastronomo Galindo “Una vez establecida dicha comunicación, a través de entender el movimiento aparente de los astros, se pudieron elaborar los eslabones materiales de ella, se crearon los calendarios y los modelos humanos para adecuar los ritmos celestes a los sociales………….nunca pudo desligarse el aspecto puramente astronómico del ritual, se trataba de una unidad natural arraigada en lo más profundo del subconsciente humano.”
El mismo Galindo dice que “Con la mentalidad moderna resulta sumamente difícil analizar una conducta humana, determinada inicialmente por un impulso visual, pero condicionada a factores sociales de una realidad ya desaparecida».
Toda la arquitectura mesoamericana, donde destaca la arquitectura del pueblo maya, está impregnada de esta necesidad de estar en contacto con los dioses, con el cielo. Son tantos los misterios que quedan por resolver en la cultura maya, que será necesario que transcurran muchos años antes de que se conozca de verdad el significado real de cada uno de sus templos, en su mayor parte, observatorios astronómicos de horizonte.
Para poder observar el horizonte con nitidez, dentro de un territorio selvático, como es la plataforma caliza de la península del Yucatán, era necesario construir las atalayas de la altura adecuada para poder observar el horizonte con facilidad, por eso se construyeron las pirámides de los maya. Los templos maya son observatorios astronómicos de horizonte. Los rituales con sacrificios de Tikal, los hacían los sacerdotes en el centro de la plaza donde están las estelas de piedra con los glifos de los dioses y las plataformas circulares para los sacrificios rituales.
La astronomía de horizonte consiste básicamente en la observación de los cuerpos celestes en su salida o en su puesta por el horizonte. A los maya les interesaba de manera especial conocer los ortos solares de los planetas, es decir el día en que un planeta podía ser visto por primera vez justo al anochecer o antes del amanecer. Semejante a lo que hacían los egipcios con la estrella Sirio.
…….las alineaciones de estructuras arquitectónicas hacia direcciones con significados astronómico ritual, se tratan no sólo de orientaciones hacía puntos en el horizonte donde algún astro sale o se pone en alguna fecha determinada astronómicamente, sino también asociadas a fiestas de importancia religiosa del calendario ritual de cada cultura……………”
El padre Sahagún relata sobre los toltecas “…..eran tan entendidos y sabios que conocían las estrellas de los cielos y les tenían puestos nombres y sabían sus influencias y cualidades y sabían los movimientos de los cielos……”
El franciscano Pedro Landa escribía en 1560 “ Regíanse por la noche, para saber que hora era por el lucero (Venus) y las cabrillas y los astillejos……..no tenía ningún ídolo ni adoraban cosa alguna; sólo miraban al cielo.” Se conoce como las cabrillas a las estrellas que se encuentran en la espalda del Auriga y los astillejos pueden ser los hierros que penden de la soga que lleva en las manos el auriga.
La cosmogonía y los dioses de estos pueblos americanos, en cierta medida, experimentan una transformación semejante a lo que ocurre con Grecia y los dioses griegos que pasan a Roma como divinidades heredadas, donde los mismos dioses cambian de nombre pero siempre hacen una clara referencia a algún planeta, de tal manera que Afrodita de los griegos y Venus de los romanos es una misma diosa sin que ello provoque confusión.
En la cosmogonía de los pueblos americanos ocurre algo similar o bastante parecido y tiene semejanza con las antiguas culturas indoeuropeas. Para los antiguos habitantes del continente americano había dos dioses principales, tenían un concepto claro de la dualidad, de dos fuerzas antagónicas siempre en pugna. Tezcatlipoca (espejo humeante) dios verdadero e invisible que anda en todo lugar, en el cielo y en la tierra. Quetzalcoalt (serpiente emplumada o gemelo precioso) Dios civilizador de la vida y la fertilidad, patrón de las actividades intelectuales y autor del calendario.
También eran concebidos como una sola deidad llamada Ometeolt (dios de la dualidad). Ese nombre es el que he escuchado repetidamente en los cantos y oraciones en el interior de los temazacales.
Los hijos de estos dos dioses supremos eran Tonacatecuhtli y Tonacihualt (el señor y la señora del nuestros sustento) Los cuatro hijos de la pareja primordial se llaman genéricamente Tezcatlipocas, cada uno se asocia a un color y una dirección. Tlatlauhqui Tezcatlipoca, de piel roja con poder en oriente. Yayauhqui Tezcatlipoca, de la piel negra, responsable del norte..Iztayauhqui Tezcatlipoca, de piel blanca y asociado al poniente. Xoxouhqui Tezcatlipoca,, de piel azul con mando en el sur.
Estas cuatro divinidades son los mismos cuatro bacabs de los mayas y tienen un extraordinario parecido a lo que en la cultura mediterránea se conoce como las Hespérides.
Los toltecas, al blanco le llamaban Auetzalcoalt; al rojo Xipe Totec (nuestro señor el desollado, dios de la siembra y del renuevo de la vegetación); a veces al rojo le llamaban Tonatiuh, el Sol, propiamente (aquel que va calentando) Al dios negro, los chimeneas, le llamaban Mixcoalt (la serpiente nube) y lo asociaban con la vía Láctea. Con el tiempo el dios negro fue el único que mantuvo el nombre de Tezcatlipoca, personificando al dios omnipotente y omnipresente, el dios de la noche; lo simbolizaba un jaguar, pues su piel asemeja un cielo estrellado.
Hay dos dioses del agua Tlalocantecuhtli (el señor del paraíso acuífero) y Chalchiuhtlicue (la de la falda del jade) responsables de la lluvia. Otro nombre del dios de la lluvia era Tlaloc.
La visión del Cosmos de estas gentes es muy parecida a la visión de los astrólogos medievales, donde el mundo superior está compuesto por una especie de esferas transparentes por las que ruedan los diferentes planetas, de tal manera que la Luna se desliza sobre la superficie de su esfera, y cada uno de los cuerpos celestes tienen una esfera por la que se mueven hasta llegar a la octava esfera donde están las estrella fijas.
En el concepto del Cosmos americano se forman 13 estratos por encima de la tierra, como 13 esferas……el primero contiene las nubes y es por donde se mueve la Luna; el segundo alberga las estrellas y es donde viven los dioses Citlaltonac (el del resplandor de estrella) y su esposa Citlalicue (la de la falda de estrellas) nombre de la Via Láctea. El tercero es donde transita Tonatiuh, el Sol. El cuarto cielo es la esfera de Huey Citlalin, la gran estrella, es decir Venus.
El quinto estrato celeste esta ocupado por las Citlalin popoca, estrellas humeantes y cometas y las Citlalin tlamina, las estrellas fugaces. El sexto cielo era verde, pero de lejos se veía negro, por eso los habitaba Tezcatlipoca negro. El séptimo cielo era azul y se correspondía al día, ahí vivía Tezcatlipoca azul o Huitzilopochtli que rige las cosas del día, incluso al Sol. El octavo estrato celeste estaba ocupado por cuchillos de obsidiana que producían tormentas, de ahí nace la guerra y los sacrificios humanos. En noveno cielo era blanco y vivía el dios Quetzalcoalt. El décimo cielo era amarillo y ahí vivían los dioses que no tenían donde estar, era el teteocam, la morada de los dioses. El onceavo cielo era de color rojo, era la casa de Tezcatlipoca rojo. El doceavo y el treceavo cielo eran habitados por la pareja de dioses supremos Omeyocan. Los cuatro cielos superiores se consideran invisibles, a diferencia de los nueve inferiores.