Cuando Lilith está en está en la Casa IV, y no está correctamente integrada, se transforma en un paquete de energías con una fuerza autónoma que resulta difícil gobernar. En casi todas las personas que la tienen en este lugar, se puede apreciar unos deseos de tener mayor autoridad, primero en el ámbito familiar y luego allí donde vayan a parar, casi siempre se les puede ver tratando de construirse una personalidad dominadora y esforzándose en ello, creándose con el tiempo un temperamento castigador, envolvente y dominante como el que encierra el modelo.
Señala pues una fuente de complejos que pueden provenir de la sexualidad reprimida; cuando mayor sea la energía reprimida, más fuerte será el poder de atracción en los demás. Aquí Lilith es una fuente de fortaleza, el «genio» de esta clase de personas y también el  «demonio» que lo posee
El poder de estas personas estriba en que el arquetipo de Lilith se identifica con el yo sin que logren distinguirlo de sus actitudes conscientes.
Solo después de una purificación, la muerte del padre, o una transformación profunda, es cuando resulta posible aceptar lo inaceptado y lo reprimido, entonces se transforman en personas que alcanzan un alto grado de decisión y de responsabilidad. Para ello les mueve la «esperanza», en la que están latentes todas las posibilidades, todas las riquezas y todos los deseos.
Es el modelo a combatir porque no es admisible en la sociedad, quizás por ello, por reprimirlo, toma fuerza y el arquetipo de Lilith tratará por todos los medios de erigirse como dominadora sino antes, luego, a la edad tardía.

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