Llegaba de Guadalajara sin apenas dormir y con un cansancio importante, empezábamos el trabajo de consultas y charlas a las ocho de la mañana y terminábamos a las nueve de la noche, mi último paciente era un médico y torero, un Cáncer-Aries, fue todo un día agotador. Viajamos durante la noche, conducía Eduardo Grecco y nos acompañaba Ana Silvia Serrano, la sanadora de los huevos de obsidiana y durante muchas horas estuvimos hablando de la influencia de la obsidiana. El tema salió a colación de lo que comentan los enfermos que han recibido quimioterapia, quienes manifiestan un estado de plétora una vez finalizada la durísima terapia. Al parecer cuando se detiene la quimio y las células empiezan de nuevo a regenerarse, se siente un estado pletórico o de euforia importante y notable. Esto mismo es lo que dice Ana Silvia que provoca el huevo de obsidiana que se usa en las mujeres como terapia, por ejemplo para los ovarios poliquisticos, enfermedad demasiado frecuente en las mujeres. El uso del huevo de obsidiana en el interior de la vagina, con su influencia saturnina, inhibidora, retractora, detiene cualquier crecimiento desordenado y permite la regeneración celular y al retirarlo, provoca una euforia que aumenta el apetito sexual.

El último experimento de Ana Silvia es otro objeto de obsidiana, como un dedo largo que sirve para introducirlo por el orificio anal y se usa como terapia para esta parte del organismo. 

-Las mujeres ya tienen un huevo, decía Ana Silvia en una de sus conferencias, los que practican el coito anal ya tienen un dedo terapéutico ¿Y los que somos hetereos qué? Le pregunté, fue entonces cuando nos habló del “chipolín revital” una pieza de obsidiana que es como una cazuelita con tapa en la que se deja en reposo ese pedacito de pendejo que tenemos los varones colgando y que sirve para algo mejor que orinar.  Rápidamente Eduardo y yo nos ofrecimos a ser experimentadores. La idea es que la influencia de la obsidiana detiene cualquier crecimiento anómalo y luego provoca euforia en esas células. Estamos esperando los primeros modelos para realizar ensayos.

Hablando sobre este tema el viaje se comió más de media noche,  llegamos a DF a las tres de la madrugada a un hotel de esos que tienen muchos espejos y camas que pueden dormir tres o cuatro personas, bueno, mejor que dormir es una de esas camas colectivas en las que le hubiera gustado participar a mi amigo Miranda. Pero esta cama estaba vacía, era una cama de no dormir y para colmo a las ocho de la mañana ya estaba el nuevo chofer de Ana Silvia a recogernos, así que cuando llegué a San Martín de Teotihuacan necesitaba terapia reconstructiva.

Teopancuitlapa número 5, ese es el lugar donde residia cuando estaba en San Martín de Teotihuacan. Teopancuitlapa significa en nagual, lugar cercano al templo. Este nombre, según me contaba Hilda es anterior a la llegada de los españoles. Teopancuitlapa número 5 es una calle interior cerrada con verja blanca donde tiene su casa de color naranja por fuera y azul y amarillo por dentro, esta sanadora de sanadores.

Me quedé encuerado al sol del jardín mientras me ahumaban para alejar los malos espíritus que pudieran haber quedado adheridos a mi cuerpo, luego llenaron una gran bañera y la pusieron en medio del vergel, le añadieron hojas de diversas plantas entre las que había mandarino, naranjo, estramonio, romero, lavanda, ruda y otras hierbas cítricas que desconozco. Me ahumaron y me bañaron como se baña a un niño grandote, me frotaron con mandarina y con ruda, luego me dieron un brebaje y Alicia me golpeo varias veces en la espalda, sobre el omóplato en el punto de anclaje para hacer variar la conciencia, entonces, el jardín se transformó en jungla abierta, lo que antes era un pequeño espacio cerrado por cuatro paredes ahora era un claro de jungla de un tiempo que no es este, de un lugar privilegiado y paradisíaco cercano al templo de Venus donde moran las sacerdotisas que ahora están en paro técnico, pero que en otro tiempo estaban en activo y oficiaban su ceremonia ancestral.

Jardin de Hilda

Del baño pase a la camilla del masaje. Sentía como las cuatro manos de la Coatlicue amasaban, masajeaban, frotaban, acariciaban mi cuerpo, mi piel, un masaje a cuatro manos, es mucho masaje, nunca había tenido una experiencia semejante. Un masaje acompañado de música ancestral y aromas de inciensos humeantes pero frescos que duró un tiempo fuera del tiempo, que me transportó a una jungla virgen que sin duda existió, al jardín de Edén que todos anhelamos hallar.

Ahora comprendo el cuento del viejo de la montaña que narcotizaba a algunos jóvenes fornidos y los llevaba a su jardín donde había varias doncellas que realizaban una tarea semejante y luego eran de nuevo narcotizados y devueltos al campo. El viejo se les aparecía de nuevo y les decía que habían estado en el jardín del paraíso y que si querían volver sólo tenia que morir matando a un enemigo que les designaba este jefe de los primeros asesinos.  Lo horrible es que aún haya gente que crea en eso.

El día 16 de enero de 1970, durante una competición automovilística morí técnicamente durante unos minutos. Padecí un brutal accidente y sentí ese fenómeno de la muerte, de estar fuera del cuerpo de sentir como todo el pasado pasa de nuevo delante de la mente. Cuando despiertas y recobras la conciencia se tiene la sensación de que han pasado tantos años como tienes, sientes que vuelves después de haber pasado mucho tiempo fuera, eso también ocurre cuando ingieres un severo reductor de serotonina como es el LSD o los hongos mágicos mexicanos.  Cuando morimos vuelve a pasar toda nuestra vida por delante, así que hace tiempo que decidí dejarme buenos islotes en el tiempo para regresar con placer, para revivir con felicidad, para encontrarme con lugares agradables, con personas estupendas y disfrutar de momentos placenteros, no quiero volver a pasar por encuentros desagradables, ni lugares cutres, ni encontrarme con personas que no me transmitan afecto o simpatía.

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